Dan la batalla en la Huasteca Potosina vs #Fracking

Sólo desde la altura de un cerro se puede dimensionar la cantidad de vida que tiene este lugar: el color verde de las copas de los árboles se extiende en el horizonte hasta perderse en la bruma; los pájaros revolotean, gritan, cantan, cacarean. El agua de los ríos, perdida en una gama de azules traslúcidos.

La Huasteca potosina es uno de esos sitios donde las ciudades parecen asediadas por la selva: la lluvia convierte las calles en riachuelos, los sapos suelen perderse en la plaza principal de los pueblos, y por las tardes, los mosquitos victimizan las piernas de turistas en bermudas.

En el centro de la Huasteca, el pueblo de Xilitla es una lucha perdida contra la naturaleza. Las casas improvisadas entre calles torcidas pierden el sentido de lo práctico y lo estético. Las macetas de los restaurantes son acechadas por chapulines que tienen el color de las flores. El sol mismo pierde la monotonía del color cualquier tarde, cuando prende el cielo en un incendio de rojos. Vivir aquí es, a veces, irreal. El poeta surrealista Edward James construyó un castillo con culto a la vida; mandó poner escaleras en forma de raíz que llevan a planchas con vista al cielo, hizo pasillos entre los troncos de los árboles forrados de musgos, arcadas donde sólo pasa el río, ventanas con vista a cascadas turquesa y flores de piedra habitadas por escarabajos azules. El hombre escribió: “Mi casa tiene alas y, a veces, en la profundidad de la noche canta”

Este paraíso, que reposa entre sombras de árboles, nieves de maracuyá, pescado frito y abundantes cascadas de aguas frías, parece intocado por la guerra que ha regado el tufo de la muerte por todo el país. Apenas a 90 kilómetros, en Ciudad Valles, comienza la ruta del terror que sembraron los cárteles del Golfo y Zetas en toda la región. Pero otra forma de violencia se cierne esta zona. Una amenaza silente, amarrada al sueño del desarrollo y a los tesoros ocultos bajo la tierra: el fracking.

El fracking, o fractura hidráulica, es un método para la extracción de petróleo y gas de esquito (o gas shale), un tipo de hidrocarburo no convencional que se encuentra atrapado en capas de roca, a gran profundidad. Para extraerlo se tienen que inyectar a alta presión millones de litros de agua, químicos y arena a través de pozos profundos para fracturar la piedra donde están depositados los hidrocarburos.

Es una técnica controvertida. Sus detractores dicen que el uso desmedido de agua y el backflow (los líquidos utilizados para fracturar la piedra) dañan y contaminan los mantos acuíferos, ríos y lagos. Que la ruptura de piedras del subsuelo ocasiona sismos y la perforación de pozos libera gas metano, uno de los gases de efecto invernadero más dañinos.

En Estados Unidos, donde se inventó, ha posibilitado obtener hidrocarburos en lugares donde antes no podía y ha llevado a ese país a su sueño dorado: la autosuficiencia energética. Hasta hoy, los estadounidenses han colocado más de un millón de pozos en su territorio. Sólo Nueva York y el estado norteño de Vermont prohibieron la técnica por los daños que puede provocar. Pero el fracking también fue prohibido en Francia. Alemania, España, Austria e Irlanda, y organizaciones como Greenpeace alegan que, en medio de la batalla contra el cambio climático, el segundo país más industrializado del mundo no puede apostar por técnicas tan agresivas para la extracción de combustibles.

En México, el gobierno se niega a dar información sobre la infraestructura petrolera del país con el argumento de la seguridad nacional. La Alianza Mexicana contra el Fracking asegura que las empresas Halliburton, Baker Huges, Weatherford, Tecpetrol y Schlumberg ya obtenían gas y petróleo con la fractura hidráulica antes de que fuera aprobada la Reforma Energética, en 2013. Según una investigación del portal Sin Embargo, Petróleos Mexicanos confirmó, vía transparencia, que desde 1980 se ha utilizado el fracking para la extracción. Lo cierto es que el interés por explotar reservas de gas shale en el país va en aumento: según la misma investigación, 9 de cada 10 pozos que hay en el país se construyeron en los últimos 14 años.

Ninguna de las compañías que hacen fracking en México es mexicana. Ninguna autoridad mexicana monitorea o recopila información sobre los daños ambientales que provocan esas empresas. En México hay 3,780 pozos, y 98% de ellos está en Veracruz y Puebla. En la Huasteca Potosina, en cambio, no hay ni uno. Las empresas ni siquiera han podido entrar a explorar. De la mano de autoridades municipales y agrarias, con el apoyo de la Coordinadora de Organizaciones Campesinas e Indígenas de la Huasteca Potosina (COCIHP) y la Alianza Mexicana contra el Fracking, los pueblos nahuas y téenek emprendieron una cruzada por la defensa del agua y de su tierra:

En 2015, el cabildo de Xilitla aprobó rechazar “en todo el territorio del municipio” los proyectos de extracción de hidrocarburos no convencionales. En 2016, fue Tanlajás el que se declaró formalmente “libre de fracking”.

Hasta ahora, 140 comunidades de 10 municipios de la Huasteca Potosina han firmado las actas de asamblea que dicen: “Aquí NO”.

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