El deporte también es escaparate para el activismo

Pocas cosas apasionan a millones hoy en día como el deporte, y pocas figuras públicas apasionan a millones de seguidores como nuestros héroes deportivos. Juzgar su rendimiento en la cancha, pista o terreno nos resulta fácil, ya que sus resultados hablan por sí mismos. Pero juzgar a nuestros deportistas favoritos fuera de la cancha resulta mucho más complicado.

Por años hemos debatido si debemos de tratar a las figuras del deporte como modelos de comportamiento fuera de la cancha, y exigirles que actúen como si lo fueran. Hay quienes dicen que no importa si nuestro futbolista favorito no pagó sus impuestos, se peleó con alguien en el antro o fumó marihuana, que lo apoyamos por su actuación en la cancha y no por ser ciudadano ejemplar. Por otra parte, hay quienes dicen que esta postura ignora la realidad del caso, que estos deportistas privilegiados son idolatrados por sus fans, sobre todo por los jóvenes, lo cual les obliga a vivir de una manera ejemplar fuera de la cancha.

A todos nos resulta familiar ese debate, que también se extiende al mundo de figuras artísticas, pero a mí me intriga ese debate en otro contexto, en el contexto de las protestas que hemos visto por parte de jugadores de la NFL a la hora de tocar el himno nacional antes del partido.

Entiendo que hay miles de aficionados que pagan una cuantiosa suma para ir a un partido de futbol americano como forma de escape, porque desean una distracción de la política y sus pleitos, y están de acuerdo con las críticas tuiteadas del presidente Trump al respecto, de que los atletas deben dedicarse al deporte y no involucrarse en otros debates. Ese desdén por la expresión de deportistas en cuestiones sociales también provocó recientemente el desdén del vicepresidente Michael Pence, quien abandonó un partido reciente entre los Colts de Indianápolis y los 49s de San Francisco cuando algunos jugadores se arrodillaron durante el himno nacional.

Pero esa postura me parece demasiado intolerante. Si entendemos que nuestros deportistas son figuras que operan en el mundo real y no sólo en la cancha, que son personalidades complejas, vale preguntarnos qué tipo de figura queremos considerar como modelo a seguir para nuestros jóvenes. Considero que debemos destacar y aplaudir a aquellos deportistas que utilizan su fama para ayudar a los demás y expresarse sobre injusticias sociales, sobre todo cuando lo hacen de forma respetuosa sin agredir a nadie.

Éste es el fenómeno que se ha desatado en la NFL y que ha provocado un debate nacional. A finales del verano del 2014, cuando iniciaron las protestas contra la policía después del asesinato de Michael Brown, diversos deportistas formaron parte del movimiento Black Lives Matter desde el principio. En noviembre del 2014, los jugadores de los Rams de San Luis (ahora Rams de Los Ángeles) Stedman Bailey, Tavon Austin, Jared Cook, Chris Nevins y Kenny Britt salieron del túnel con las manos levantadas, adoptando la pose que se convirtió en símbolo internacional durante las protestas en Ferguson. Y más recientemente, el hecho de que Colin Kaepernick de San Francisco se arrodillara durante el himno nacional en el otoño del 2016 en protesta a la violencia en contra de la comunidad afroamericana y la sospecha de que por ello no ha conseguido puesto en otro equipo, impulsó el debate actual.

Estas expresiones destacan por su visibilidad, pero muchos de estas estrellas se esfuerzan para ayudar a sus comunidades, aun cuando no están prendidas las cámaras de televisión. Por ejemplo, LeBron James paga la colegiatura universitaria de más de 1,000 niños de Akron, Ohio (su ciudad natal). Además de haber donado 1 millón de dólares a varias organizaciones sin fines de lucro, la organización Know Your Rights Camps de Colin Kaerpernick inspira a cientos de jóvenes a continuar sus estudios para convertirse en líderes.

Esta mezcla de atletismo y activismo social y político no es nueva. Muchos estadounidenses todavía recuerdan la expresión en el podio de Tommie Smith y John Carlos en la Olimpiada de México en 1968: después de ganar las medallas de oro y bronce en la carrera de 200 metros, levantaron orgullosos sus puños con guantes negros durante el himno nacional. Pero al igual que el activismo de hoy en día, la conciencia social de estos atletas no se limitaba a manifestaciones a la vista de millones. Muchos estadounidenses no sabían que Smith y Carlos también integraban la organización Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos, que logró establecer garantías igualitarias de vivienda en San José, California, y que obligó al reconocido New York Athletic Club a eliminar sus políticas de membresía excluyentes (que prohibían el ingreso a judíos y afroamericanos).

En otras épocas, quizá cuando la política domina menos la vida pública, hemos visto menos activismo político de parte de figuras del deporte. Michael Jordan, por ejemplo, representaba el pragmatismo de fin de los 80 y de los 90, al enfocarse en el juego y en sus actividades comerciales, considerando que otros temas no le correspondían. Aquel fue un modelo distinto al de Lebron James. Sin embargo, señalar la diferencia no es por celebrar a uno o condenar al otro, sino respetar y aplaudir la libertad de estas figuras a expresarse y actuar conforme a su conciencia cívica y personal.

En el momento actual, dejemos que nuestros ídolos deportivos aprovechen su fama y visibilidad para beneficiar a la sociedad, más allá del terreno de juego.

*Victoria Jackson exatleta profesional e historiadora del deporte en Arizona State University (ASU).

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