Estudiantes en Seúl protestan frente a la embajada japonesa por las víctimas de violencia sexual a escala industrial por tropas japonesas

Kang Il-chul sólo tenía 16 años cuando fue ‘reclutada’ por los militares japoneses que entonces ocupaban su localidad natal de Sangju, en Corea: sería forzada a prostituirse en una instalación militar de Pyungten, hoy Sunyang, antes de ser desplazada a otra estación en Changchun. De allí fue trasladada a Mudanjang, donde entre 10 y 20 soldados la violaban cada día.

Ella fue una entre las 200.000 y 300.000 esclavas sexuales del Imperio del Sol Naciente, una maquinaria patrocinada por el Ejército y alimentada por traficantes, secuestros y promesas falsas de trabajo que habría quedado en el olvido sino fuera por mujeres como ella quienes, siendo ancianas, decidieron subirse a un estrado para exigir a Tokio una disculpa que les devuelva la dignidad.

La protesta, que cada miércoles exige responsabilidades a Japón por la esclavitud sexual activada por su imperio en las guerras de Asia-Pacífico (1931-1945) para la que fueron reclutadas o forzadas cientos de miles mujeres en las «colonias» del Imperio del Sol Naciente -China, Taiwan, Filipinas, Indonesia, Timor, Malasia, Birmania, Micronesia, Papúa Nueva Guinea, y muy en especial en Corea- se celebra cada miércoles al mediodía, en torno a la estatua de bronce que representa a las víctimas: una adolescente sentada en una silla, con la mirada fija en la Embajada japonesa.

La indignación nipona fue tal que se exigió a Seúl que se quitase la figura, envite al que las ONG respondieron colocando 17 de réplicas en todo el país y otras 10 en capitales extranjeras. Una exigencia muy significativa de la postura japonesa en esta cuestión, como incide la profesora Alexis Dudden, experta en Historia japonesa de la Universidad de Connecticut. «Lo normal es pedir que se derriben estatuas de personajes históricos que cometieron crímenes; Japón es el único país que exige la destrucción de una estatua a sus víctimas. Ninguna nación desarrollada ha llevado la negación a un nivel tan alto».