Si viaja hasta Uganda y conduce siete horas desde su capital hasta la frontera de Busia, puede cruzar con toda libertad el puente de madera que le separa de Sudán del Sur. Si avanza hacia su interior por el camino de tierra, se cruzará con ellos a los pocos minutos. A su encuentro saldrán, más o menos armados, un grupo de chavales con más hambre que ideología, en algún lugar entre los 14 y los 17 años. En pleno siglo XXI, resulta difícil de creer que ejércitos y milicias aún recluten miles de niños y niñas como soldada para resolver sus diferencias.
Esta experiencia les afectará de por vida. La gran mayoría jamás se recuperará.El Día Internacional Contra el Uso de Niños Soldado ha coincidido en el tiempo con una ceremonia de desmovilización de 310 niños soldado en Yambio (Sudán del Sur), en la peligrosa región de Equatoria. Muchos de ellos han sido entrevistados por Unicef. Otros, por Human Right Watch. Entre las atrocidades que han descrito, se incluye un cuidadoso manual para que unos menores recluten a otros: «Si tu amigo se resiste, golpéale con el arma. Si sale corriendo, dispárale a la pierna. Si se niega, mátalo». Makuach, un adolescente de 17 años, revela cómo se les entrenaba en el ejército de Sudán del Sur: «La comida nunca es suficiente.
Tienes que correr, saltar, usar armas de madera. Si te niegas, te castigan atándote y poniéndote al sol durante horas en las que te pegan con una rama. A mí me dieron 40 golpes». John, otro menor, afirma que las instrucciones eran claras: «Matad todo lo que os encontréis». Algunos de ellos, los más pequeños, tenían que dedicarse a saquear. Los mayores tenían que violar a todas las mujeres que pudieran. «Teníamos que coger a los niños y estrellar sus cabezas contra los árboles hasta hacer crujir sus cráneos. A las familias las obligábamos a meterse dentro de las chozas y les prendíamos fuego.
Eso lo he hecho yo», dice John. En la guerra de Sudán del Sur ambos bandos usan niños soldado. Es uno de los pocos conflictos donde aún sucede, pero los encontramos también en los grupos armados de República Centroafricana y el Congo, donde en 2017 se reclutaron al menos a 3.000 niños. Otros menores son reclutados por milicias yihadistas como Boko Haram en Nigeria (donde las niñas son usadas para hacerse explotar con bombas adosadas a sus cuerpos), Estado Islámico en Siria o Al Shabab en Somalia, pero cada vez son menos los gobiernos que los usan en sus ejércitos regulares. El 40% de todos ellos son niñas, que además de las labores de combate son explotadas como esclavas sexuales.