El gobierno peruano ha ido escalando su malestar con México en las últimas semanas, que estalló este martes con la expulsión del embajador, Pablo Monroy.
El canciller mexicano anunció que la embajada había dado asilo a la familia de Pedro Castillo, el presidente derrocado y encarcelado tras haber disuelto el Congreso en un fallido intento de golpe de Estado contra sí mismo.
México tomó esta decisión soberana mientras se negociaba un salvoconducto para que la familia Castillo saliera del país y regresara a México si así lo decidía.
El presidente Andrés Manuel López Obrador elogió los esfuerzos diplomáticos de Monroy para repatriar a decenas de compatriotas atrapados en la crisis de Perú, donde ya han muerto al menos 26 personas en protestas callejeras.
Sólo dos días después del intento de golpe de Estado de Castillo, Boluarte convocó a Monroy para comunicarle «la sorpresa» que causaron en Perú los discursos procedentes de las autoridades mexicanas.
El ruido no cesó a nivel regional y el 15 de diciembre Perú llamó a consultas a los embajadores de cuatro naciones que apoyaban a Castillo: Argentina, Colombia, Bolivia y México. Sin embargo, las relaciones han sido más tensas conMéxico