En la última década de la Guerra Fría, cuando ya el mundo había pasado por la Crisis de los Misiles, la construcción del Muro de Berlín y el conflicto de Vietnam, la posibilidad de una catástrofe nuclear volvió a estar sobre la mesa a pesar de que nadie lo supo hasta después de la caída de la Unión Soviética.
Fue en 1983 cuando Stanislav Petrov, un oficial de alto rango de la URSS, recibió un alerta de los satélites de vigilancia sobre un inminente ataque nuclear estadounidense, y sus acciones evitaron una represalia soviética de consecuencias inimaginables.
Petrov murió el 19 de septiembre a los 77 años y en Friazino, a 20 kilómetros de Moscú, según informó su hijo Dmitri a la AFP, el protagonista de una increíble historia develada recién en 1991 por un semanario ruso.
En esa noche del 25 de septiembre de 1983, Petrov era un teniente coronel de guardia en la base de alerta temprana estratégica Serpukhov-15, al sur de Moscú, parte de un sofisticado sistema de las Fuerzas de Defensa Aérea soviéticas llamado COMETA, cuando las computadoras alertaron por el lanzamiento de al menos cinco misiles balísticos intercontinentales (ICBM) del tipo Minuteman cargados con ojivas nucleares desde los Estados Unidos y en dirección a la URSS.
Normalmente, tan dramática alerta sería comunicada en el acto a los más altos mandos soviéticos y al Secretario General del Partido Comunista y presidente de la URSS, Yuri Andropov, que a su vez estaría forzado a tomar una decisión en cuestión de apenas minutos sobre una represalia inmediata contra el territorio estadounidense, con la posibilidad de desencadenar así una guerra nuclear.
Pero Petrov consideró que, en caso de un ataque estadounidense, este implicaría un centenar de misiles y no cinco o seis, y dedujo que se trataba de un error de los sistemas de alerta. El primer aviso enviado por los satélites indicaba el lanzamiento de un ICBM, que el teniente coronel desestimó y ni siquiera habría reportado, comprobando que tenía razón cuando paso el tiempo y no hubo ninguna explosión.
Tiempo después el sistema le indicó que otros cuatro o cinco ICBM habían sido lanzados,pero tomó la misma decisión. Así, indicó a sus superiores que se trataba de una falsa alarma y no de un ataque inminente, sin tener realmente pruebas de que fuera una u otra cosa.
Su decisión quizá permitió evitar una respuesta soviética y el desencadenamiento de un conflicto nuclear mundial, en un momento de alta tensión entre Moscú y Washington.
«Tras el incidente, se quedó en su unidad durante tres días. Volvió a casa completamente agotado, pero no nos contó nada», recordó su hijo, de 44 años.
Más tarde, especialistas soviéticos concluyeron que la falsa alarma se debía a una interpretación errónea de la reflexión de los rayos de sol en las nubes, que el sistema confundió con la energía que los misiles balísticos desprenden al despegar.