La naturaleza es la gran beneficiada de la contingencia

La frenética actividad humana ha disminuido notablemente en el primer trimestre de 2020 debido a la pandemia de COVID-19.

El nuevo Coronavirus que se manifestó en China por primera vez y las consiguientes medidas de aislamiento social para detener su avance pusieron un alto al transporte, reduciendo los viajes en automóvil y vuelos por igual, la actividad de las industrias altamente contaminantes y el consumo cotidiano al mínimo.

Ahora mismo, más de un tercio del planeta –por recomendación de las autoridades sanitarias o por estado de excepción– está confinado en casa y en medio de malas noticias como la paralización de la actividad económica, el número de contagios al alza y las víctimas mortales de esta enfermedad, se asoma la única consecuencia positiva de esta pandemia: un respiro al medio ambiente.

Los videos de delfines nadando en la costa de Cerdeña en Italia, un jabalí andando por las calles de Barcelona y hasta un oso pardo recorriendo un pueblo de Asturias son apenas una señal de que una pausa de la actividad humana resulta benéfica para la naturaleza.

Otros encuentros compartidos en redes sociales donde aparecen cabras, zorros, coyotes y distintos tipos de fauna que suele vivir alrededor de las ciudades caminando en plenas urbes demuestran que las medidas de aislamiento social no solamente son efectivas para mitigar los contagios, también y de manera indirecta, ayudan a regresar un poco de lo mucho que la naturaleza nos aporta cada día.

Los índices de disminución de la concentración de dióxido de nitrógeno, un gas contaminante de efecto invernadero que se emite a la atmósfera provocado por la actividad industrial y el transporte han registrado niveles tan bajos como no ocurría hace más de una década, especialmente en Italia, uno de los países más golpeados por el virus.