“Las mujeres deben ser el corazón de la economía de un país”

Magdalena León colaboró en la nueva Constitución de Ecuador de 2008 y elaboró el Plan Nacional del Buen Vivir, que buscaba colocar una vida digna en el eje de la producción

Magdalena León (Quito, Ecuador, 1959) se siente una privilegiada. Tras años de investigación y activismo, la historia le regaló la oportunidad de concretar todas sus propuestas en la nueva constitución de Ecuador de 2008. De ese trabajo surgió el Plan Nacional del Buen Vivir y diferentes leyes en busca de colocar una vida digna en el eje de la economía. Tras una década, la situación ha cambiado. Los Gobiernos de derecha regresan a la región y sus postulados se abandonan. León no desespera. Ha experimentado que el cambio es posible y recorre Europa para compartir su experiencia a la vez que espera una nueva oportunidad para avanzar hacia una “economía más social y solidaria”. La última visita ha sido a Bilbao de la mano de OMAL, el Observatorio de Multinacionales de América Latina de la organización Paz con Dignidad.

Pregunta. ¿Cuáles son los principales retos de la mujer en Latinoamérica?

Respuesta. Las mujeres tenemos varios retos en distintos frentes. Se han logrado visibilizar muchos de nuestros problemas y dar pasos fuertes hacia su solución. Tal vez, el principal haya sido revalorizar lo que somos y lo que hacemos. Durante una primera fase, se acentuó tanto la discriminación, la pobreza y el despoder que se pasó por alto el papel que jugábamos en lo económico. Después, nos tocó poner el foco en la capacidad e importancia de ese trabajo para sostener la vida. Y en ese reto estamos ahora, en generar una economía segura y justa con la trascendencia del trabajo que generamos.

¿Es la economía una herramienta clave para mejorar su situación?

Las mujeres deben ser el corazón de la economía de un país porque es el que garantiza la vida. La soberanía alimentaria está en la agenda de todos los organismos internacionales. Y ese ha sido el papel de las mujeres durante años: garantizar una alimentación sana y continua. Su potencial en el sostenimiento de las vidas hay que reconocerlo y blindarlo ante una visión capitalista que solo busca acaparar capital. No podemos estar nunca fuera del sistema económico. No sólo debe ser reconocido nuestro trabajo cuando se produce una crisis. Se debe reconocer siempre y también mantener y establecer dentro de la legalidad.

En Ecuador pudo diseñar un plan económico basado en el buen vivir y unas leyes específicas en torno a la economía solidaria. ¿Qué balance hace?

Sufrimos una estigmatización en la economía: nuestro trabajo está ligado a actividades informales e improductivas que en muchas ocasiones carecen de relaciones salariales. Y la historia nos dio la oportunidad de darles valor, protegerlas y reconocerlas tanto en mi país, Ecuador, como en otros Gobiernos de cambio, como Bolivia. Cuando das un subsidio a las mujeres que cuidan a sus mayores, cuando posibilitas que las autónomas accedan a la Seguridad Social, cuando no se detiene la venta ambulante, sino que se busca la manera de regularla, entonces se construye una economía al servicio del buen vivir. Para mí, la historia me regaló una oportunidad. Elaboramos una nueva constitución para fortalecer maneras diferentes de gobernar un país.

En paralelo, se mejoró también el acceso a la educación.

Sí pero el estigma continúa, la exclusión también y la brecha salarial es un buen ejemplo. Por el hecho de ser mujer se cobra menos tengas o no preparación y se accede a un puesto inferior. Y las autónomas también sufren desigualdad al no acceder a financiación en igualdad de condiciones. Toca seguir luchando: jugamos muchos roles dentro y fuera de la familia, debemos contemplarlos, ponerlos en valor y fortalecerlos.

La transformación de la economía ayuda a la transformación social.

Cuando en el centro está en el acaparamiento del capital, el sistema se convierte en peligroso

Eso es lo que buscamos: transformar la economía para que la vida sea la prioridad más allá del enriquecimiento económico. Cuando en el centro está en el acaparamiento del capital, el sistema se convierte en peligroso: atenta contra cualquier otra forma de producción. En el Plan Nacional del Buen Vivir nos inspiramos en el trabajo acumulado de las mujeres, en la cultura de los pueblos indígenas y lo diseñamos abierto a nuevas interpretaciones colectivas. El plan era de obligatorio cumplimiento para el Estado y referencial para el resto de agentes del país. El reconocimiento del trabajo en todas sus formas nos parecía clave y poner la vida como eje de todos los trabajos, un acierto.

Un cambio que cobra más valor en países sin un estado de bienestar.

En mi país el 90% de las ventas al exterior las realiza tan sólo un 10% de empresas. Las demás, la gran mayoría, están en manos de pequeños empresarios. Necesitábamos leyes que cuidaran de la dignidad de esos trabajos y contemplara fórmulas para darles seguridad. La venta ambulante pasó de ser perseguida a regularse desde la Constitución. La economía informal pasó a denominarse una economía popular y solidaria. Aunque está claro, que en el mundo, se sigue hablando de economía informal.

¿Se vive hoy un cambio de ciclo?

Todo este cambio, todas las propuestas planteadas desde postulados feministas han sufrido una fuerte contraofensiva por aquellos que buscan influir en el poder. Nuestro cambio siempre se planteó dentro de la democracia y en democracia la tensión por el poder es continua. Hoy sufrimos un desgaste de discurso político y un desgaste por el contexto económico. El precio de las materias primas ha caído en el mercado global y para un país con fuerte dependencia de las exportaciones, no es el mejor momento. El capital financiero gana con cada crisis. La globalización también nos afecta con la dependencia total del dólar. Así que toca de nuevo esperar a otro momento histórico para avanzar con nuestros postulados de cambio. Ojalá salgamos fortalecidos y mantengamos con más fuerza en el centro de la economía el trabajo de las mujeres. Esa economía, sin duda, generará vida.