Los esfuerzos del gobierno mexicano por contener a los solicitantes de asilo en una sola ciudad han dado lugar a una crisis humanitaria sin precedentes para la población migrante, con un aumento de los riesgos y el sufrimiento en los desplazamientos. Los migrantes se ven obligados a esconderse a lo largo de rutas peligrosas mientras aguardan largos periodos de espera dentro de su país de origen o en otro puerto de entrada de destino, donde los canales de migración legal pueden volver a abrirse si las condiciones mejoran en ese lugar.
El cierre de estos métodos tradicionales deja a muchas personas apátridas; sin acceso incluso a las necesidades básicas, como los programas de distribución de alimentos, debido únicamente a que ya no es posible en las circunstancias actuales.
