La historia de las mujeres que tomaron la CNDH ante la falta de empatía

Tan solo en lo que va de este 2020, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública reporta que han ocurrido 549 feminicidios. El Mapa Nacional de los Feminicidios en México, creado por la geofísica María Salguero, indica que han ocurrido más del doble: 1337 casos son los que han recogido tan solo de los reportes en medios de comunicación.

El colectivo Ni una menos México –inspirado en el movimiento de mismo nombre en Argentina– es el que está encabezando esta protesta. Las personas que hasta ahora se encuentran en la CNDH sobreviven gracias a las aportaciones y donativos que les hacen de alimentos, medicinas, colchonetas, sábanas, así como los productos demandados por la actual pandemia del COVID-19 (cubrebocas, gel antibacterial, desinfectante).

Las manifestantes venden cosas afuera del ahora refugio como tazas con la imagen del colectivo, playeras, artesanías. Incluso los cuadros que estaban dentro de la CNDH, que ahora lucen con pintas feministas, los subastarán en dos semanas.

Lo que recauden será destinado a la manutención de las integrantes del colectivo y quienes se han sumado al paro que mantienen. También han corrido con los gastos de traslado de compañeras que las acompañan provenientes de otros estados del país.

La hija de Erika Martínez, con apenas siete años de edad, fue víctima de violación sexual por parte de un hombre de 43 que era cercano a su familia; tres años después, el violador sigue libre. Mari Chuy, hija de Yesenia Zamudio, fue víctima de feminicidio a los 19 años, en 2016; no se ha ejecutado ninguna acción legal en contra de los responsables, que ya han sido identificados. Karla García, de 35 años, está en peligro de ser víctima de feminicidio por parte de su expareja; hay cinco carpetas de investigación en contra de su victimario, él sigue libre. Sus historias no distan mucho de las del medio centenar –entre adultos y menores– que se encuentran con ellas en la antigua sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ubicada en la capital mexicana, misma que el pasado 4 de septiembre tomaron otras de sus compañeras, pacíficamente, y que ahora han convertido en un refugio para las mujeres víctimas de la violencia.

Erika contó a Infobae México que, en el caso de su hija, las autoridades no han resuelto absolutamente nada. “Estoy en la lucha y ese es mi enojo porque a partir del abuso hemos sido violentadas cada vez más, no solo por el abusador, sino por las mismas instituciones que no ven la gravedad del asunto». El abusador de su hija es hermano de su expareja. La hija de Erika le contó recién sufrió la violación sexual. Enseguida fueron a denunciar. Los exámenes psicológicos –que junto con la palabra de su hija, son las únicas pruebas con las que cuentan– arrojaron que, en efecto, la niña fue abusada. Pero la justicia no ha hecho nada en contra de él.

Hay una ley, cuenta Erika, que señala que por ser menor de edad la víctima, el acusado debe llevar el proceso en prisión. Pero lo establecieron así después del agravio a su hija, así que el juez le respondió que la aplicación de este mandato no puede ser retroactiva porque estarían violando los derechos humanos… del violador. Además el acusado, en respuesta, agredió físicamente a Erika, y también con violencia, las sacó a ella y a su hija de la vivienda que compartían. Ambas se quedaron en la calle y sin sus cosas. Tampoco tuvieron reacción de la autoridad ante esto.

Precisamente esa es la razón que la llevó a ella, y paulatinamente a más integrantes de colectivos feministas, a realizar el acto de protesta en la CNDH: el hartazgo por no recibir una respuesta por parte de las autoridades a sus demandas.