El inicio de año pintaba inmejorable para Ricardo Anaya. El expresidente del conservador PAN, candidato a la presidencia de Por México al Frente -una coalición formada por su partido y el izquierdista PRD-, crecía en las encuestas y parecía cicatrizar las heridas que había dejado en su formación su nominación. No obstante, en los últimos días, su figura ha vuelto a ser cuestionada tras unas declaraciones del gobernador de Chihuahua, el panista Javier Corral y la salida de dirigentes de su partido, entre ellos el expresidente Germán Martínez, que se une a las filas de López Obrador, al que otrora había criticado iracundamente.
La campaña electoral mexicana, que formalmente arrancará el 30 de marzo pero hace meses que se lanzó de facto, se ha convertido en un todos contra todos o cualquiera con quien sea. Una lucha donde el pragmatismo se bate con el oportunismo. Las listas plurinominales al Senado, es decir, los dirigentes que cada partido designa sin necesidad de ser votados, han supuesto el último aldabonazo en las filas del PAN. “No quiero ser parte de un proceso de simulación política”, criticó Javier Corral, gobernador de Chihuahua, uno de los dirigentes más polémicos y carismáticos de la formación conservadora.
“Lo que ha pasado ya me parece un exceso. Un exceso de un reducido grupo de no más de cinco personas que está tomando las decisiones de la campaña y del partido”, prosiguió Corral durante una sesión del partido el pasado sábado. El ataque tenía como destinatario claro a Ricardo Anaya, a quien acusó de decidir “con una soberbia infinita” los candidatos, apoyándose en la mayoría con la que cuenta en los organismos internos del partido. “Este pequeño grupo está abusando de la mayoría que tiene”, insistió.
La queja de Corral nace, especialmente, tras la decisión del PAN de postular al jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, al Senado. Mancera no está afiliado a ningún partido político. De hecho, logró gobernar la capital mexicana con el apoyo del progresista PRD, otro de los pilares del Frente, junto a Movimiento Ciudadano. Su designación responde a la necesidad de Anaya de seguir contando con su apoyo, toda vez que Mancera quedó descartado como candidato presidencial. Atender los reclamos del jefe de Gobierno –que se podría incorporar en las próximas semanas a la campaña de Anaya- y otros compromisos ligados de lograr el respaldo para el Frente implicaron que el secretario de Gobierno de Chihuahua, César Jáuregui, quedase relegado en las listas al Senado, lo que propició la ira de Corral, aunque este no mencionara públicamente el caso.
Anaya suele mostrarse imperturbable ante las críticas internas, como si nada le incomodase en sus aspiraciones presidenciales. “Al que no le guste el calor que no se meta a la cocina. La política es una actividad de muchísima intensidad y altamente competida”, aseguraba a finales del año pasado en una entrevista a este diario. Cuando Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón, abandonó el PAN, criticó que no había sido escuchada por el entonces líder del partido. En esta ocasión, la reacción fue diferente. Anaya se reunió con Corral y trató de transmitir un mensaje de calma. Lo mismo hizo el gobernador, al asegurar que sus declaraciones no implicaban una ruptura ni con el Frente –al que ha apoyado abiertamente- ni con el partido.
El movimiento no era baladí. Lejos de preocuparle sus consecuencias en el interior del partido, Anaya teme cómo puede al Frente una confrontación con Corral, un dirigente respaldado por muchos sectores de la coalición, como quedó de manifiesto recientemente. Corral investiga una trama de corrupción que habría desviado 250 millones de pesos de la Secretaría de Hacienda a través de gobiernos locales para triangularlos a campañas del PRI en 2016. Después de acusar a Peña Nieto de frenar una transferencia millonaria al Estado como consecuencia de la investigación, el gobernador logró desbloquear los fondos y la extradición de su antecesor, César Duarte, tras pactar con el PRI. Todo ello se vendió como un triunfo no solo de él, sino del Frente y, por ende, beneficioso para Anaya.
La grieta abierta por Corral coincide casi en tiempo con la salida de dirigentes panistas, como el senador Roberto Gil, muy cercano al expresidente Calderón y Margarita Zavala, crítico con la gestión de Anaya, quien en todo momento ha sido consciente de que su nominación como candidato presidencial implicaba riesgos. Otro de los movimientos panistas más notorios ha sido el del expresidente de la formación Germán Martínez, que ha aceptado la postulación al Senado por Morena, el partido de López Obrador. Martínez fue uno de los artífices, en 2006, de la campaña “un peligro para México”, con la que se atacó entonces a López Obrador, que terminó perdiendo las elecciones por medio punto ante Felipe Calderón.
El enésimo conato de crisis en el PAN fue recibido con algarabía en las filas del PRI, donde también hay grietas, aunque no sean tan públicas, al considerar que puede mermar el avance de Anaya en las encuestas. En la mayoría de los sondeos, el candidato del Frente aparece en segundo lugar, con una creciente distancia sobre el candidato del PRI, José Antonio Meade. En el seno del partido gobernante temen que ese rezago en las encuestas implique una fuga de posibles votantes hacia Anaya o López Obrador, puntero en todas las consultas.
El líder de Morena aseguró, el mismo día que Corral bramó contra la actuación de Anaya, que, próximamente, se unirán a su proyecto senadores del PRI y del PAN. “Se los anticipo, se están decidiendo a favor nuestro y quieren luchar con nosotros y son bienvenidos”.