A falta de liga femenil, las Medias Rosas se enfrentan a varones…y al machismo deportivo

Hace cinco años, en 2012, un grupo de ocho niñas y adolescentes decidieron emprender algo que, a ojos de la mayoría, parecía un proyecto no sólo imposible de cristalizar, sino absurdo: crear el primer equipo de béisbol femenil de la ciudad de Chihuahua, un lugar en el que este deporte es ampliamente apreciado por la población, aunque sólo en su versión varonil.

Las razones por las que esta idea parecía impracticable eran diversas: en primera, que el béisbol es un “juego para hombres”, demasiado rudo e incluso peligroso para las mujeres, ya que un pelotazo, un golpe de bate, una embestida, puede causar lesiones fuertes.

La segunda razón era que, con sus ocho integrantes, este equipo de niñas ni siquiera alcanzaba a reunir una escuadra completa para repartirse en el diamante de juego (ya que ésta debe conformarse por nueve beisbolistas).

Y la tercera razón era que, antes que voluntad, para jugar al béisbol se necesita un equipo rival, y al ser éste el único equipo femenil de ciudad Chihuahua, ¿con quién podrían enfrentarse?

“Un día, cuando mi hija tenía 13 años –recuerda el coach Jaime Cervantes–, ella me preguntó por qué no hacía yo un equipo de niñas, si yo me dedicaba al béisbol profesionalmente. Yo le dije ‘no mija, cómo voy a hacer yo un equipo de niñas’, pero, para desanimarla, le dije que se juntara a nueve niñas, incluyéndose, y arrancábamos con el proyecto.”
Eso fue en 2012, recuerda el entrenador, con simpatía y algo de vergüenza.

“Yo no creía que fuera a juntar a las niñas, pero el primer día de entrenamiento, llegaron ocho. Y yo me dije: ‘les voy a dar una santa friega, para que ya no vuelvan’. Y sí: les di un carrillón tremendo, y luego las cité para la siguiente semana.”

La idea, reconoce, era que ninguna quedara con ganas de regresar, ni siquiera su hija.

–¿Y qué pasó? –se le pregunta.

–Pasó que a la semana siguiente no llegaron ocho niñas. Llegaron quince. Y así empezó todo: cada semana llegaban más, hasta que hubo un momento en que éramos más de 40 niñas y seguían llegando, todas interesadas en aprender el deporte, y en ese momento tuvimos que decirles, con pena, que ya no podíamos inscribir más niñas en el equipo, porque sólo somos dos personas las que las entrenamos: yo, y como asistente tengo a uno de mis hijos, de 16 años.

El entrenador Jaime Cervantes, en práctica con las Medias Rosas.

Con algo de coraje en su timbre de voz, el coach reconoce que “bien se sabe que no hay apoyo para la mujer, en especial deportivamente, y más en un deporte que se supone que es para hombres. Eso vuelve muy difícil emprender un proyecto: no hay apoyo, navegamos contra la corriente. Ni siquiera teníamos dónde practicar, no teníamos nada”.
No obstante, subraya, tenían “las ganas de las niñas”, y era, en realidad, lo único necesario para que naciera el equipo Pink Sox, o Medias Rosas de Chihuahua.

Primera entrada

La Asociación de Ligas Infantiles y Juveniles de Béisbol de la República Mexicana está conformada por 31 escuelas en las que se enseña este deporte, ubicadas en distintos puntos del país, cada una de las cuales concentra a diversos equipos, divididos en categorías de edad.

De esas 31 escuelas, nueve están en Chihuahua, lo que lo convierte en el estado con más arraigo y desarrollo de este deporte, en sus ramas infantil y juvenil.

El problema es que en ninguna de esas escuelas de Chihuahua se aceptaba a niñas para jugar béisbol.

Para ellas, la única oferta era el softbol, una versión menos “intensa”, con lanzamientos de pelota por debajo del brazo, que se practica en canchas más reducidas.

“Pero las Medias Rosas no querían jugar softbol, ellas son beisbolistas  –explica el coach–. Entonces, después de tocar muchas puertas, al final, les dieron chance a las niñas de practicar béisbol en las instalaciones de la Escuela Tarahumara. Y entonces a eso nos dedicamos: a practicar y a practicar y a practicar, porque no había contra quién enfrentarnos… y finalmente las niñas se hartaron de practicar, y me dijeron ‘coach, nosotras queremos jugar’.”

Tres años tuvieron que esperar las Medias Rosas para que, en 2015, la Escuela Tarahumara aceptara que este equipo de niñas participara en su liga infantil, enfrentándose con equipos varoniles, al ser los únicos disponibles.

“Batallamos mucho –afirma el coach Jimmy Cervantes–, porque los demás instructores se negaban a que sus equipos de niños jugaran contra el mío, de niñas, ponían muchas trabas, pero finalmente nos dieron la oportunidad hace dos años, y así empezamos: primero recibiendo unas santas palizas, porque los niños de los otros equipos llevan jugando en la liga cinco, ocho, diez años, y mis niñas apenas empezaban.”

Sin embargo, ese proceso de adaptación no duró mucho. Un año después, en 2016, las Medias Rosas impusieron un récord de cuadrangulares: 17 en una sola temporada, más que todos los cuadrangulares de todos los equipos de niños de la Escuela Tarahumara juntos.

“Las niñas empezaron a trabajar muy duro –destaca el coach–, damos la pelea a los niños que tienen jugando desde los 4 años, y que ahorita ya son adolescentes. Y hemos ganado juegos contra niños, porque aquí no hay más equipos de niñas que el nuestro, entonces, a gritos y sombrerazos hemos salido adelante, porque no tenemos apoyo para nada, sólo el de los papás y mamás, que están al pie del cañón”.

La realidad, lamenta, es que por el momento no hay autoridades, ni promotores privados deportivos, interesados en acompañar a estas niñas en la batalla.

“Yo he hablado mucho sobre esto con mi directiva y con muchas otras personas, de que tenemos que apoyar al béisbol femenil –explica el entrenador de las Medias Rosas–. Y al principio mucha gente me decía que no tenían futuro. Pero ellas sólo quieren jugar, divertirse, ni siquiera piensan en llegar más arriba porque, desgraciadamente, no hay más arriba para dónde desarrollarse, en términos del deporte femenil… Yo he hablado con mucha gente del ramo, y como que no, se niegan, sólo los que tienen una hija me entienden.”

Y, a veces, ni siquiera los que tienen una hija. El mismo coach se pone como ejemplo.

“Yo fui beisbolista profesional toda mi vida. Ahora tengo 49 años, y me retiré de mi juego para dedicarme a mi negocio, que es la ebanistería, y porque quería tener tiempo para impulsar a mis hijos varones en este deporte, y no hice lo mismo con mi hija: para llevarlos a ellos a sus prácticas sí tenía tiempo, pero para llevarla a ella a las actividades que le interesaban, siempre me faltaba tiempo, la llevaba a las primeras prácticas y luego, por algo, yo ya no podía. Hasta que un día me reclamó, cuando tenía 13 años, que a ella no le ponía yo la misma atención, y tenía toda la razón.”

Desde entonces, señala con orgullo, “estamos trabajando en eso, a pesar de que está muy marcado en el béisbol la falta de apoyo para las mujeres, porque se ve como un deporte nada más para los hombres. Y ahora yo digo que si lo pueden jugar los hombres, también lo pueden jugar las mujeres, y lo que ha hecho mi equipo lo demuestra: si damos la pelea contra niños, qué sería si mis niñas jugaran contra otras niñas. ¡Darían un juego espectacular! Eso es lo que yo les digo a mis compañeros… pero se quedan todos muy serios.”

En Chihuahua, detalla, el béisbol es un juego con amplio arraigo popular, pero “mucha gente no acepta el béisbol femenil, yo era uno de esos, pero luego de que vemos jugar a las niñas, uno se queda admirado. Y ahora, los papás y mamás de los equipos rivales las apoyan mucho en sus juegos, porque ellas hacen unas jugadas de repente que lo dejan a uno con la boca abierta.”

Las Medias Rosas empezaron siendo ocho adolescentes, hoy son 40.

Las 40 niñas de Medias Rosas, detalla, van de los 6 a los 19 años, y están divididas en dos categorías de edad: 6 a 12 años, y 13 a 19.

“Todas son estudiantes, y en vacaciones la mayoría trabaja para comprarse sus equipos, sus uniformes, son muy entusiastas y a mí me han tocado muy profundo en mi corazón, porque pues les gusta. Yo, por ejemplo, les doy una mala noticia, que se cancela alguna gira para un juego o algo así y, nombre, hasta lloran las pobrecitas, se ponen tristes. Pero luego se les quita cuando se ponen a jugar”.

Y ese entusiasmo, subraya, no es exclusivo de las beisbolistas de Chihuahua.

“Hace dos años se hizo un torneo femenil nacional: asistieron cinco equipos. Entonces, las autoridades de la federación nacional se dieron cuenta que hay que impulsar este ramo, y quedó establecido que ahora, cada liga debe tener al menos dos niñas por equipo, y esa es una regla que empieza a aplicar a parir de este año.”

Ahora, concluye, la meta es impulsar la participación, hacer saber a quién no le quede claro que nada le impide a una mujer jugar al béisbol.

Hit and run

Inspirada en el ejemplo de las Medias Rosas, y con apoyo financiero del Consulado de Estados Unidos en Chihuahua, la organización civil Mukira se tomó como propio el reto de romper las barreras de género en el béisbol. Y para ello han creado un plan de varios pasos, que inicia con un taller de sensibilización para entrenadores, que se llevará a cabo este 27 enero.

Inmediatamente después, se lanzará una convocatoria para conformar equipos mixtos en cuatro ciudades de Chihuahua, el único requisito es que al menos la mitad del equipo sean niñas.

A estos equipos se les proporcionarán clínicas de béisbol, impartidas por jugadoras y entrenadoras tanto mexicanas como estadounidenses.

Finalmente, a mediados de 2018, estos equipos se enfrentarán en un torneo estatal.

“Con el taller de género para coaches –explica Laura Aragón, directora de Mukira– tenemos el objetivo de crear conciencia entre los preparadores, para cuestionar las masculinidades, y ver cómo los medios de comunicación abordan y reportan la participación de las mujeres en deportes de forma sexista, y cómo ellos mismos, como entrenadores, de manera quizá inconsciente, sesgan la práctica deportiva, discriminando a las mujeres, o haciendo comentarios sexistas que limitan la participación de las mujeres.”

Luego, a principios de febrero, será lanzada la convocatoria en las ciudades de Juárez, Chihuahua, Cuauhtémoc y Delicias. “Esta convocatoria va destinada a niños y niñas, con énfasis en las mujeres, para que se integren los equipos, y las ligas en cada ciudad, y entre marzo y mayo se va a dar la preparación, para que a mediados de año se realice el torneo, cuya final se va a jugar en la ciudad de Chihuahua”.

Este proyecto, subrayó Laura, “surge del ejemplo de las Medias Rosas, de esas niñas que no eran aceptadas en ningún equipo de béisbol, o con las que nadie quería jugar, por ser niñas. Y lo que creemos es que ésta es una manera en la que se pueden combatir los estereotipos de género, que en los deportes se expresa, entre otras formas, sesgando la práctica entre aquellos deportes que son para mujeres, y aquellos que son para hombres”.

Además, detalló, una vez conformados los equipos, Mukira lanzará una campaña nacional e internacional para la donación de equipo nuevo y seminuevo, “porque este proyecto se va a trabajar en colonias populares, y uno de los obstáculos más grandes es, precisamente, el acceso al equipo, que es caro.”

Todo este esfuerzo, concluyó, va orientado a atender una problemática que si bien es nacional, en Chihuahua halla uno de sus ejemplos más conocido.

“En Chihuahua –lamentó Laura– hay una situación de violencia estructural muy fuerte contra las mujeres, y la cúspide de ese problema son los feminicidios. Pero creemos que esta violencia sólo es posible si se enmarca en un contexto de exclusión de las mujeres, y esa exclusión sucede en el día a día, en las actividades sociales, culturales, deportivas, económicas. Todavía hay ámbitos deportivos muy machistas, como el béisbol, donde las mujeres que quieren entrar son encasilladas y juzgadas en el mejor de los casos, y en el peor: totalmente excluidas. Entonces, lo que queremos es cuestionar los estereotipos y reafirmar que las mujeres pueden hacer los deportes, y todas las actividades, que ellas quieran. De eso se trata todo esto”.

 

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