El miedo irracional a las casas se denomina domatofobia, se trata de un temor limitante que impide a quienes lo padecen quedarse a solas dentro de un edificio o incluso simplemente entrar en él.
No se debe confundir con la aprensión por los espacios cerrados conocida como claustrofobia, ya que los que sufren domatofobia temen a la casa en cuanto a ente, no a sentirse encerrados en determinadas estancias de tamaño reducido.
Es un tipo de pánico o fobia del que se habla muy poco, aunque desde sus inicios la literatura de terror, como La caída de la casa Usher, de Edgar Allan Poe, y muchos relatos de Lovecraft, se ha ocupado de este inquietante desasosiego ante ciertos edificios.
Podemos suponer que es un temor que sigue presente, porque muchas películas recientes del género se ocupan del tema. Entre ellas se pueden citar Expediente Warren: The Conjuring o It follows. Como en la mayoría de las fobias, la causa más común es doble. Se empieza por sentir desasosiego en alguna etapa de la vida y luego se asocia esa ansiedad a una determinada vivienda.
Después, en una segunda fase, el afectado empieza a evitar las casas en general, y eso hace que cada vez les tenga más miedo. En pocas ocasiones la domatofobia viene de una experiencia traumática puntual.
La raíz de todos estos miedos deriva de la inseguridad de no poder controlar una situación que tememos. Cuando salimos a la calle podemos controlar nuestro comportamiento, pero es imposible tener el control sobre todos los demás elementos que nos rodean, como el tráfico, el resto de los viandantes o los factores ambientales o climatológicos entre otras cosas. Todas estas situaciones pueden añadir un temor extra a quien ya de por sí padece un miedo patológico o un trastorno de ansiedad.