Ya es hora de que las mayores compañías de Internet hagan su parte en la sociedad. Temblorosas startups no hace mucho tiempo, la super élite de la tecnología global ha acumulado el poder efectivo de los principales estados-nación, pero sin rendición de cuentas, responsabilidad por su influencia pública, transparencia, controles y equilibrios o incluso conciencia de que podrían ser un problema en lugar de una solución.
Enfoquémonos en Facebook y Google, además de Twitter. Ellos carecen drásticamente de una regulación. Tienen nuestra información personal más íntima. Han desestabilizado el periodismo tradicional basado en hechos. Tienen una gran riqueza —un valor de mercado combinado de $1,2 billones de dólares— y el poder que la acompaña. En Washington y otras capitales, cabildean fuertemente por sus propios intereses, a menudo en contra del nuestro. Y durante una era en la que incluso la Agencia de Seguridad Nacional es atacada, han creado almacenes de datos que podrían amenazar nuestra democracia y otras.
La aristocracia de Internet surgió con la comercialización de la web, que comenzó hace 20 años. Para los frenéticos líderes de Silicon Valley, dos décadas parecen tiempos geológicos, pero en las cambiantes culturas sociales y políticas de nuestra especie, dos décadas son un abrir y cerrar de ojos. Todavía no hemos asimilado las implicaciones de estas tecnologías potentes y deliberadamente disruptivas. Somos adictos a los teléfonos inteligentes. Hemos perdido el control de muchos de nuestros datos personales. Las entidades corporativas y gubernamentales que tan vorazmente recopilan nuestros secretos parecen indiferentes a su protección. Nuestra biometría será hackeada. Las acusaciones infundadas de «falso» corroen los cimientos de nuestra civilización.
En diciembre, Facebook publicó una respuesta a la pregunta: «¿Es malo para nosotros pasar tiempo en las redes sociales?» Entre los estudios que llegaron a esa conclusión se encuentra uno publicado en la Revista Estadounidense de Epidemiología que cita: «Nuestros resultados mostraron que, de manera general el uso de Facebook fue asociado negativamente con el bienestar… Las asociaciones negativas de uso de Facebook fueron comparables o de mayor magnitud que el impacto positivo de las interacciones fuera de internet, lo que sugiere un posible intercambio entre las relaciones en línea y fuera de esta». Tales son las inesperadas y apenas entendidas consecuencias de la tecnología comercializada de Internet .
La tecnología por sí sola no es el problema. Nuestras vulnerabilidades surgen del comercio, específicamente, la explotación con tecnología de datos personales por parte de las empresas.
Estás explotando una vulnerabilidad psicológica humana. Los creadores… entendieron esto de una manera consciente. Y de cualquier forma lo hicimos.Sean Parker, primer presidente de Facebook
Imagina que en la década de 1950, el Servicio Postal de Estados Unidos hubiese abierto todas las cartas y grabado sus contenidos, mientras que la compañía telefónica grababa cada llamada. Lo que está pasado ahora es algo así. En aquel entonces, sin embargo, nadie tenía la capacidad informática, la capacidad de almacenamiento digital o los algoritmos para dar sentido a tantos datos. Ahora es fácil. Y entonces la gente se hubiera levantado en armas si la oficina de correos (o en el caso mexicano, Telmex) hubiera invadido su privacidad; pero ahora regalamos nuestra privacidad. Eso le ha permitido a un pequeño grupo de empresas establecerse como presentadores de gran parte de nuestro discurso público, al acumular y explotar datos mejor que la competencia.
A diferencia de las empresas que generan dinero principalmente vendiendo cosas, Facebook, Google y Twitter ofrecen servicios «gratis». En los negocios, «gratis» es casi siempre una mentira. Como un ejecutivo me enseñó hace años, «si no estás pagando por un servicio, eres lo que se vende».
A cambio de sus servicios, muchas compañías de modelos libres nos espían: memorizan nuestros datos, señalan nuestros intereses, a menudo captan lo que tecleamos y nos siguen a donde sea que vayamos en línea. Luego nos explotan, vendiendo publicidad dirigida individualmente a nosotros y a otros, a cualquier persona con un dólar o un rublo. Con datos de al menos dos mil millones de usuarios cada uno, Facebook y Google consumen a los consumidores de la misma manera que las ballenas comen krill (crustáceo parecido al camarón). Según la firma de investigación eMarketer, las dos compañías juntas controlan 60% de la publicidad digital en Estados Unidos.
Las compañías que venden anuncios digitales dependen de dos fuentes de valor: datos sobre individuos e interacción de los consumidores con la marca. Cuanto más tiempo pasamos en Facebook, más nos comprometemos, más anuncios vemos y más valiosos se vuelven esos anuncios. Esa es la esencia del negocio de Facebook. «El proceso de reflexión sobre la creación de estas aplicaciones… se trataba de: ‘¿Cómo consumimos tanto tiempo y atención consciente como sea posible?'», recordó recientemente Sean Parker, el primer presidente de Facebook. «Y eso significa que tenemos que darte un pequeño golpe de dopamina de vez en cuando… Estás explotando una vulnerabilidad en la psicología humana. Los creadores… entendieron esto conscientemente. Y lo hicimos de todos modos».
A diferencia de las empresas que generan dinero principalmente vendiendo cosas, Facebook, Google y Twitter ofrecen servicios «gratis». En los negocios, «gratis» es casi siempre una mentira.
Roger McNamee, cofundador de Elevation Partners, es un capitalista de riesgo que invirtió temprano en Facebook. Ahora está aterrado de la compañía y decepcionado. «Han tomado técnicas que existieron durante cientos de años y las han casado con técnicas invasivas. El resultado es hackeo cerebral. Las personas pierden la agencia (control de sus vidas) y no se dan cuenta. Afecta a la civilización», dijo.
Es normal que los medios intenten involucrar a los consumidores, y muchos avivan el interés con la emoción. Pero en una plataforma como Facebook, el sesgo humano por lo sensacionalista realmente desfavorece el discurso racional y basado en hechos en relación con el disparate loco que transmiten libremente los fanáticos de la conspiración, los bots y los trolls. Los mensajes socialmente destructivos se vuelven más baratos y se distribuyen mejor que los mensajes constructivos. Y el alcance de Facebook —una cuarta parte de la población humana en su conjunto— aumenta dramáticamente las apuestas.
Danah Boyd, un experto en redes sociales y fundador del think thank Data & Society, advierte: «Las compañías tecnológicas están mal preparadas para la forma en que las redes descentralizadas de personas manipulan sus sistemas por diversión, ganancias, política e ideología. A menudo piensan que pueden construir una mejor tecnología para resolver el problema, sin reconocer cuán ágiles son realmente sus adversarios».
En este contexto, Facebook emerge como el enemigo público número uno. Es por mucho la red social más grande, 35 veces más grande que Twitter. Google provee ofertas tan invasivas como Gmail, Google Docs y Google Home. Sin embargo, las ofertas centrales de Google, como la búsqueda y los mapas, se basan en la verdadera realidad. Por lo tanto, aunque la vulnerabilidad de Facebook ante el abuso malicioso es profunda, derivada de los algoritmos que la hicieron exitosa, Google tiene un interés económico convincente en lo que podría llamarse verdad objetiva.
«Venimos de… una posición más ingenua», dice Eric Schmidt, presidente ejecutivo de la empresa matriz de Google, «pero ahora, frente a los datos y lo que hemos visto desde Rusia en 2016 y con otros actores en todo el mundo, tenemos que actuar».
Ninguna de estas consideraciones puede inhibir a Mark Zuckerberg. El CEO de Facebook muestra todos los signos de negación. En la conferencia de Techonomy, dos días después de la victoria de Trump, Zuckerberg calificó de «loca» la idea de influencia de Facebook en las elecciones. Cuando Facebook, Google y Twitter fueron convocados ante el Congreso para testificar acerca de la intervención rusa en las elecciones, ninguno de sus CEO asistió.
Zuckerberg, en cambio, fue a Beijing, rindiendo homenaje a Xi Jinping, secretario general del partido comunista de China. Zuckerberg, la quinta persona más rica del planeta y un incansable promotor del que se dice que tiene ambiciones presidenciales, incluso estructuró su supuesta filantropía, la Iniciativa Chan Zuckerberg, como una sociedad de responsabilidad limitada con fines de lucro que es libre de invertir en cabildeo.
Tal vez de manera poco sincera, enmarcó la interferencia rusa como un problema de seguridad, en lugar de una característica del negocio central de Facebook. «Nos tomamos en serio la prevención del abuso en nuestras plataformas. Estamos invirtiendo tanto en seguridad que impactará nuestra rentabilidad «, dijo Zuckerberg, «proteger a nuestra comunidad es más importante que maximizar nuestras ganancias».
McNamee informa que, en 2016, envió una amistosa advertencia a Zuckerberg y a la directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg. Documentó siete casos de malos actores que abusaron de Facebook para dañar a personas desprotegidas. «Temas de racismo contra la población negra», recuerda él ahora, «esperaba que lo revisaran».
Después de esperar cuatro meses, un período que incluyó la elección de Trump, McNamee comenzó a ventilar públicamente sus preocupaciones. «Lo trataron como un problema de relaciones públicas», recuerda. «Nunca lo tomaron en serio. Y ahora están cabildeando como locos para protegerse». (Facebook ha anunciado la implementación tardía de una de las sugerencias de McNamee: informar a los usuarios de sus contactos con agentes rusos).
Chamath Palihapitiya, exjefe de crecimiento de usuarios de Facebook, dijo al público en la Universidad de Stanford el mes pasado: «Aunque fingimos todo esto de decir, algo así como, ‘probablemente no haya consecuencias negativas no deseadas’, creo que en la parte posterior, en las partes muy profundas de nuestras mentes, supimos que algo malo podría pasar», dijo. «Hemos creado herramientas que están desgarrando el tejido social con el que funciona la sociedad».
El aparato de relaciones públicas de Facebook respondió: «Chamath no ha estado en Facebook en los últimos seis años. Cuando Chamath trabajaba en Facebook, nos centramos en crear nuevas experiencias de redes sociales y hacer crecer a Facebook en todo el mundo. Facebook era una compañía muy diferente en aquel entonces y, a medida que crecíamos, nos dimos cuenta de cómo nuestras responsabilidades también han aumentado también. Nos tomamos nuestro papel muy en serio y estamos trabajando duro para mejorar».
Nuestros últimos defensores debemos ser nosotros mismos. Comienza por salirte de Facebook.
Ahora, si es el caso, es el momento de que los CEOs, los escritores de algoritmos y otros arquitectos de nuestro futuro asuman la responsabilidad: antes, paralizados por su propio interés, nos perjudican irreparablemente a todos. La inteligencia artificial se perfila amenazante y desconocida como un monolito de Kubrick. Como cualquier producto digital complejo, es una misteriosa caja negra guiada, pero no iluminada, por datos y algoritmos.
Una vez que se ponen en marcha, los equipos de inteligencia artificial toman decisiones que incluso sus creadores no pueden comprender, del mismo modo que una gran aerolínea de hoy en día no sabe con precisión cómo sus computadoras determinaron el precio de un asiento. Puede que no pase mucho tiempo antes de que la inteligencia artificial configure el destino de nuestra especie y nuestro planeta.
Pero incluso los cuadros de CEOs inteligentes no serán suficientes para cambiar las cosas, advierte Marc Rotenberg, presidente del Electronic Privacy Information Center, que aboga por proteger las instituciones democráticas de las amenazas digitales. «Debemos darnos cuenta de que el mundo de la tecnología no puede regularse a sí mismo», explica. «Tenemos que terminar con el mito de que hay soluciones tecnológicas para todos los problemas provocados por la tecnología. Necesitamos desarrollar soluciones sociales y políticas».
Nuestros últimos defensores debemos ser nosotros mismos. Comienza por salirte de Facebook. He aquí cómo: después de descargar tus datos, vete aquí y haz clic en el botón azul marcado como «Eliminar mi cuenta». Lo acabo de hacer y ya me siento mejor. Compártelo.
Stratford Sherman, ex miembro de la junta de editores de ‘Fortune’, reportó sobre negocios y tecnología durante 20 años y fue coautor del libro ‘Control Your Destiny or Someone Else Will’ (‘Controla tu destino o alguien más lo hará’). Actualmente trabaja como asesor de liderazgo y coach, con una clientela de directores generales de Silicon Valley. Ha trabajado como consultor para Google y OpenAI.