A todos nos ha pasado: en algún momento buscamos en Internet vuelos baratos y de repente todos nuestros anuncios traen ofertas de vuelos, o después de Navidad aparecen por todos los sitios que visitamos ofertas de juguetes, relojes, joyería, gadgets… pareciera que tus sitios de internet saben lo que quieres o, por lo menos intentan adivinarlo.
Sin embargo, no es ninguna adivinación: los navegadores como Chrome o Edge y sitios como Facebook utilizan herramientas que siguen nuestros pasos, búsquedas y los sitios que visitamos. Y esta información les permite decirle a los anunciantes cuáles de sus productos pueden vendernos.
Veamos el caso de Facebook. Al momento de aceptar los términos y condiciones del sitio, estás aceptando que la información que compartes en la red social (como tu nombre, fecha de nacimiento, lugar de nacimiento, estatus de relación, los lugares que visitas, los perfiles que sigues, a qué le das «me gusta», etc) sea utilizada por Facebook y sus socios comerciales; hasta el momento, estarás consciente de este uso de tu información -si es que leíste los términos y condiciones antes de dar «Sí, acepto».
Sin embargo, Facebook también sabe lo que haces fuera de la red social. A través de un fragmento de código programático llamado pixel, los sitios que colaboran con FB (casi siempre, porque se anuncian en él) envían a la red social tu comportamiento en el portal: si te registraste, si compraste algo, si creaste una wishlist, si buscaste cierto tipo de ofertas… Facebook usará esta información para ofrecerte anuncios personalizados en tu timeline, que incluyen llamadas a la acción personalizadas o descuentos ajustados a tu interés. Y todo esto a partir del análisis de tus actividades, lo que aumenta la probabilidad de que compres.
Pero los anunciantes no sólo aprovechan el modelo de negocio de Facebook. El historial de navegación también es una importante fuente de información: a través de complementos y cookies, los sitios web recopilan la información de tus visitas, las secciones a las que le das clic y los productos que revisas, aún si no agregas nada a tu carrito o inicias sesión. Lo mismo ocurre con los contadores de visitas como Google Analytics. Tu información se vende en paquete, junto con la de cientos de usuarios; así es como puedes recibir ofertas especializadas, enfocadas a tus intereses y hasta a tu historial de compra, aunque sea la primera vez que visitas una página.
Las cookies, sobre todo, son toda una delicia: ¿has notado que muchos sitios de ofertas te piden que habilites el uso de cookies? ¿has notado que caso todos dicen que es para «ofrecerte una mejor experiencia»? Las cookies sirven para que los navegadores y los sitios que las usan tengan un retrato muy completo de ti como usuario: son marcas especiales que los sitios web dejan en el navegador para recordar datos sobre ti y tu comportamiento. Por ejemplo, conservan tu contraseña para que no tengas que introducirla de nuevo cada vez que entras, pero también conservan tus «favoritos» en un sitio o el carrito de compra que dejaste comenzado en tu visita anterior.
En general, el uso de estos servicios implica que, aunque tácitamente, estás accediendo al uso de estos programas y mecanismos para recopilar tu información. Cierto, puedes desactivar las cookies pero algunos sitios las requieren de manera obligatoria para navegar y, aún más, eso no impide que los datos se conserven a través de otros mecanismos.
Si de verdad quieres evitar este espionaje, puedes utilizar un servicio que oculta tu dirección IP, como Private Internet Access, TorGuard, IPVanish VPN o CyberGhostf. Otra medida para aminorar el alcance de la información recopilada, es limpiar periódicamente nuestro historial de navegación (incluidas cookies y contraseñas). Y, por supuesto, leer detenidamente los Términos y Condiciones de Uso y/o los Avisos de Privacidad de los sitios en los que introduzcamos nuestros datos.
Aunque en origen estos mecanismos de recopilación de información se utilizan con fines comerciales (el modelo de negocio de las redes sociales gratuitas), lo cierto es que permanece el peligro latente de que nuestra información se utilice indebidamente, que el «espionaje» vaya más allá de personalizar nuestros anuncios y termine en manos equivocadas.